jueves, 3 de diciembre de 2009

No sin ti



Si ella hubiera sabido lo que le esperaba al doblar la esquina, habría corrido a refugiarse a un lugar fuera de su alcance. Si es cierto que los primeros tres años junto a Águeda habían sido los mejores de su vida, ahora se le antojaban arduos, grises y dolorosos. María respiraba trabajosamente apoyada sobre la pared. Un balance de dos costillas rotas, múltiples contusiones y algún arañazo eran más que suficientes como para temer por su vida.

Desgraciadamente, María no sabía que esa tarde de diciembre (hace ahora cuatro años) doblaría una esquina del Paseo de Gracia de Barcelona y chocaría con Águeda, una muchacha flacucha y desaliñada con la que se intercambiaría, por error, unos papeles. Al cabo de un par días María recibiría la llamada de un número desconocido. Era Águeda, que había encontrado su teléfono en uno de los folios traspapelados y necesitaba sus hojas de vuelta. Las dos chicas se citaron para tomar algo y deshacer el entuerto, y así fue como María se enamoró irremediablemente de Águeda, una experimentada lesbiana que supo conquistarla con artimañas que parecía haber utilizado una y mil veces.

A María ni siquiera le gustaban las mujeres, pero con Águeda sintió que todo cobraba sentido. Hacía años que nadie despertaba sentimientos en ella y de pronto una mujer lo había conseguido. Así pues, lo asumió con naturalidad y las dos chicas empezaron a salir.

Dos golpes secos en la espalda y en el pecho la dejaron inconsciente. Cayó al suelo y dejó de respirar. Águeda se acercó hasta su cuerpo inerte y la instó a que se levantara, pero no se movió. Furiosa, la zarandeó, pero continuó inmóvil.

- 112, ¿dígame?
- La he matado.

Un quejido ahogado y lastimero salió de su boca cuando se clavó el cuchillo con el que iba a matar a María. Morirían juntas.

3 comentarios:

  1. Jo, que historia más triste, pero muy bonita, tenía que llamarse María la protagonista? No podía llamarse Diana e incluso Eulalia?

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