jueves, 24 de diciembre de 2009

Felices fiestas



¿Has pensado alguna vez qué deseo pedirías si tuvieras una lámpara mágica? Llega la Navidad y con ella nos volvemos más blanditos y tolerantes (más estúpidos, al fin y al cabo): los niños nos parecen más adorables, los pobres nos dan más pena y hasta las suegras nos caen mejor. El espíritu de cursilería se extiende más deprisa que la gripe A y, ¡oh, contra eso no hay vacuna que valga! Este estado de imbecilidad transitoria, que comienza sobre el 20 de diciembre y termina el 7 de enero, parece venir acompañado de un afán obsesivo compulsivo por consumir. Este anhelo exacerbado de consumismo nos lleva a todos a la más absoluta ruina, pero no pasa nada porque… ¡es Navidad!

Come, bebe, sonríe, diviértete y baila al son de la banda sonora del mes de diciembre: “El Tamborilero” de Camilo Sesto – que no se te olvide darle un toque de glamour casposo a las fiestas, que estamos en España… –. Como cada año, abrirás los regalos esperando que tu pareja haya captado por fin las indirectas que llevas repitiéndole desde agosto. Las manos te tiemblan, el papel no se rompe y todos te miran. Por fin consigues abrirlo: "pero.. ¿qué coño es esto?" Intentas cambiar el semblante, pero el rictus amable de la Nochebuena te lo impide. ¡Horror! Prepárate, esto no ha hecho más que empezar…

¿Has pensado alguna vez qué deseo pedirías si tuvieras una lámpara mágica? Efectivamente, llega la Navidad y efectivamente, con ella nos volvemos más blanditos y tolerantes (mucho más estúpidos). Y os aseguro que ni los niños son más adorables, ni los pobres son más pobres y mucho menos, las suegras más amables… ¡Quiero mi deseo: volvamos al 19 de diciembre, cuando mi sonrisa era mía y no un simple adorno navideño!



Feliz Navidad a todos, señores y señoras.

martes, 22 de diciembre de 2009

La pulga y el tiempo



Bastó un ínfimo microsegundo para que la diminuta pulga saltara desde el huevo hasta el corto pelaje de Chico. El perro enano sintió la concisa mordedura de unos minúsculos dientes y soltó un pusilánime ladrido. Fue tan bajo el quejido que su dueño, el niño canijo del pueblo no alcanzó a escucharlo. La insignificante picadura de la pequeña pulga apenas irritó al raquítico perro. Chico alzó su pata para rascarse y el timorato insecto lanzó un lacónico suspiro. La pulga echó la vista atrás y toda su menuda vida pasó ante sus ojos. ¡Una minúscula eternidad!

Bondades de la talla y el tiempo: a menor tamaño, mayores parecen los momentos.

martes, 8 de diciembre de 2009

Tus cuatro estaciones



Frases de ti me devoran
dulces, como la fruta en primavera.
Voces que cantan dentro de mí
cálidas, como el sol en verano.
Caricias que caen sobre mi cuello
ondulantes, como las hojas en otoño.
Mariposas que bailan en el jardín
blancas, como la nieve en invierno.

Y con tus cuatro estaciones:
tus frases de primavera,
tus voces de verano,
tus caricias de otoño
y tus mariposas de invierno,
el mundo gira, coloreado y sonriente,
feliz de tenerte en cada elemento.

jueves, 3 de diciembre de 2009

No sin ti



Si ella hubiera sabido lo que le esperaba al doblar la esquina, habría corrido a refugiarse a un lugar fuera de su alcance. Si es cierto que los primeros tres años junto a Águeda habían sido los mejores de su vida, ahora se le antojaban arduos, grises y dolorosos. María respiraba trabajosamente apoyada sobre la pared. Un balance de dos costillas rotas, múltiples contusiones y algún arañazo eran más que suficientes como para temer por su vida.

Desgraciadamente, María no sabía que esa tarde de diciembre (hace ahora cuatro años) doblaría una esquina del Paseo de Gracia de Barcelona y chocaría con Águeda, una muchacha flacucha y desaliñada con la que se intercambiaría, por error, unos papeles. Al cabo de un par días María recibiría la llamada de un número desconocido. Era Águeda, que había encontrado su teléfono en uno de los folios traspapelados y necesitaba sus hojas de vuelta. Las dos chicas se citaron para tomar algo y deshacer el entuerto, y así fue como María se enamoró irremediablemente de Águeda, una experimentada lesbiana que supo conquistarla con artimañas que parecía haber utilizado una y mil veces.

A María ni siquiera le gustaban las mujeres, pero con Águeda sintió que todo cobraba sentido. Hacía años que nadie despertaba sentimientos en ella y de pronto una mujer lo había conseguido. Así pues, lo asumió con naturalidad y las dos chicas empezaron a salir.

Dos golpes secos en la espalda y en el pecho la dejaron inconsciente. Cayó al suelo y dejó de respirar. Águeda se acercó hasta su cuerpo inerte y la instó a que se levantara, pero no se movió. Furiosa, la zarandeó, pero continuó inmóvil.

- 112, ¿dígame?
- La he matado.

Un quejido ahogado y lastimero salió de su boca cuando se clavó el cuchillo con el que iba a matar a María. Morirían juntas.

martes, 1 de diciembre de 2009

Si alguna vez me descubren



(...)

Si alguna vez me descubren,
que me quemen en la hoguera,
que me beban las heridas,
que me arranquen el silencio,
porque yo te tengo a ti.

Si me descubren,
que caiga el sol y que suba la luna.
Que el cielo y la tierra sean uno,
y que el caos llame al orden
para que me desenrede el pensamiento.

Si alguna vez me descubren,
pide a la conciencia que se desdiga,
que lo vanal sea conmigo
y que no pese lo profundo en mí.

Si me descubren,
barre el polvo del camino
borra de mis manos estas huellas
y hazte con mi yo sin identidad.



Para mi BIG THING