domingo, 17 de enero de 2010

Trapecista

Hola:

Venía yo pensando en los pormenores de la vida. Cuando era pequeña quería ser trapecista. Recuerdo perfectamente una redacción de clase en donde teníamos que explicar qué queríamos ser de mayores y por qué. Yo dibujé un trapecio y conté entusiasmada que mi futuro pendía de un columpio. Lo tenía clarísimo: me veía con mis mallas de colores y casada con un domador de leones. En el circo encontraría la felicidad, estaba segura. Si lo del trapecio no daba resultado, quería ser veterinaria o azafata de aviones. Jodido, porque muchos animales me dan alergia y tengo pánico a volar. Al fin y al cabo, parece que lo del circo no era tan descabellado... Pero no, no me hice trapecista, sino periodista. Tampoco me casé con un domador de leones, pero sí salgo con una fierecilla.




Cuando uno imagina su futuro casi nunca acierta. ¿Qué será de mí dentro de diez años? Si pudiera elegir, pediría un único deseo: seguir rodeada de la gente a la que de verdad quiero sin dejarme a nadie más por el camino.

Pero volvamos al trapecio. Si echo la vista atrás todo me parece rodado en blanco y negro. Soy espectadora de mi propia vida. Imagino un redoble de tambores y... ¡salto! Un doble salto mortal: peligroso, pero gratificante, como la vida. Quizá de pequeña era más dueña de mis actos que ahora, porque entonces me atrevía a volar, a soñar y a esperar que todo fuera posible.